Los orígenes

Señor, le seguiré dondequiera que vaya.

«Seguir» es un verbo importante del Evangelio. Jesús lo usa para llamar a los discípulos (Mt 4,19); testifica el comportamiento de las multitudes fascinadas por su enseñanza y sus gestos milagrosos (Mt 8,1); espontaneidad de aquellos que, sin darse cuenta, se sienten atraídos por la personalidad del Maestro. Pero Jesús no es de buscar consenso y notoriedad. Así que no duda en responder: «Los zorros tienen sus madrigueras y aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde poner la cabeza» (Lc 9.58). Seguir a Cristo requiere ideas claras, valor, deseo de radicalismo y plenitud. La historia milenaria de la Iglesia registra legiones de hombres y mujeres de este temperamento. Se les llama santos, aunque no todos son declarados oficialmente así.

Sígueme nació para el mismo ideal. Se centra en Cristo, porque sus miembros están convencidos de que Pedro, el apóstol sobre quien Jesús construyó la Iglesia, tiene razón al decir que «en ningún otro hay salvación» (At 4,12).

Hace más de cuarenta años, exactamente el 19 de marzo de 1965, día del nacimiento del Grupo Sígueme, los primeros miembros quisieron tomar esta decisión en un lugar muy significativo. Fueron a las catacumbas de San Callisto en Roma, en el corazón de la tierra, donde fueron enterrados los mártires cristianos, que habían sido fieles hasta el final de la palabra dada y con sangre cada uno había dicho a Cristo: «Te seguiré dondequiera que vayas». Así como El en la Cruz fue fiel al Padre para salvar al mundo del pecado y de la muerte, sintieron que, aun a costa de la muerte, Cristo era el Señor de sus vidas y de su amor nadie podía separarlos. Ese día Sígueme elaboró su plan de vida con estas palabras, llamando a los mártires como testigos: «Jesucristo vivo está en el centro de Sígueme. Sobre su persona de ayer, de hoy y siempre, presente entre nosotros, y en su palabra que no puede pasar, no en lo máximo del mundo, pretendemos construir el Grupo como una roca».

Desde entonces, día tras día, a pesar de la fragilidad de la naturaleza humana, cada uno se compromete a repetir: «Señor, te seguiré dondequiera que vayas.»

 

Card. Agostino Vallini
Miembro de Sígueme